Reseñas

24 febrero 1948

24 de febrero de 1948.
𝐅𝐞𝐫𝐫𝐨𝐜𝐚𝐫𝐫𝐢𝐥 𝐝𝐞 𝐀𝐧𝐜𝐮𝐝 𝐚 𝐂𝐚𝐬𝐭𝐫𝐨.
Es el único que existe en la Provincia. Su construcción se retardó por largos años, por lo mismo que hacía mucha falta. Es una de esas obras útiles que piden las provincias lejanas como la nuestra y que, después de mucho bregar, se hacen a medias. Pero al fin se vencieron los obstáculos, merced a la tenacidad aragonesa gastada por el recordado periodista chilote, Pbro. Don Carlos Miller, que se hizo oír tras una campaña de prensa, inteligente y tenaz.
Respondieron a esa campaña tesonera los señores Domingo Fernandez Concha e Ignacio Sierpe desde sus bancos de Senador y Diputado respectivamente.
Don Pedro Montt, gran amigo de Chiloé, que meció su cuna política, dióle forma definitiva, enviando al Congreso Nacional el mensaje del caso.
Construyóse el ferrocarril; pero con defectos fundamentales. No es de los mayores, por cierto, con ser harto notable, el haber colocado la estación de partida en el punto en que actualmente se halla. La línea debiose haber tendido por detrás de las barrancas de Güaigüen para venir a rematar en las cercanías de la Aduana. Ese era el punto más adecuado. Si tal se hubiera hecho; hoy tendríamos un espléndido malecón entre el muelle de pasajeros y el fuerte San Antonio.
Las estaciones de arranque y de término de una línea férrea que une dos ciudades marítimas, como las de Ancud y Castro, ponemos por caso, deben situarse al pie de los muelles de pasajeros o de carga. No necesitamos dar las razones. Son elementales y, por tanto, muy sabidas. Aquí el ferrocarril quedó lejos del mar. Parece que se tuvo en vista solamente la idea de economizarle algunos pesos a los contratistas.
El mayor error consiste en la pobre trocha de sesenta centímetros, que impide a las maquinas dar mayor velocidad al tren. Es así como entre Ancud y Castro, ciudades separadas por unos ochenta y seis kilómetros, son recorridas en cinco horas y más horas, no debiendo ocupar más de dos, Las locomotoras carecen del poder de arrastre. Hubo ocasión en que los pasajeros viéronse obligados a bajarse en las cuestas.
Últimamente se ha dicho que la trocha se cambiara elevándola a un metro y que para este fin llegó no hace mucho tiempo un técnico que deberá informar. Aun cuando poco creemos en las visitas de estos técnicos que generalmente se reducen a un simple paseo veraniego, esperamos con todos. Porque, si algo se ha de hacer, es lógico que se comience luego y no se concreten con meros informes, planos y papeleo de costumbre para que a la postre los montes vengan con su parto. En cien ocasiones hemos visto y palpado hasta donde se llega con este sistema de emborrachar la perdiz, expresión pintoresca criolla que dice más que un discurso.
Esperemos mientras tanto, que el tiempo nos lo dirá, si estamos o no equivocados. De buena gana quisiéramos estarlo.
𝐏𝐞𝐝𝐫𝐨 𝐉. 𝐁𝐚𝐫𝐫𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐃í𝐚𝐳.
Ancud, 24 de febrero de 1948.